Mi patria es la del laurel
la de rosales y azucenas
al alcance de mis manos
con sus dedos y sus yemas
que palpan dones tangibles
mientras los pardales revolotean
y los gatos en las veras del tejado acechan.
Mi patria es la del grano que no hace granero
aunque ayuda a su compañero
y todos hacen despensa
que alimenta identidades hondas
de aquí bajo y ahí al frente.
Cerca, sensual y muy mía es mi patria.
Mi patria es la del que empuña el útil preciso
y atornilla los bancos del parque compartido
(tampoco mucho,
no vaya a tirar por tierra
mi bien ganada fama de vago)
y no la de quien se envuelve en banderas.
Las banderas que las lleven otros
más investidos de furor patrio
los bueyes de la carreta con orgullo engalanada
donde viaja la tribu
a sus blasones ceñida
sin sombra de disidencia
que tutelan sus guardianes, culpables
sin presunción de inocencia
de acrítico gregarismo
o cuando menos vasallos
al servicio del patrón
tal vez algún medrador
deslumbrado por el oro
que relumbra en las insignias.
Las banderas son moqueros
donde se suenan los mocos
afectos de fiebre, delirios
y ardores identitarios.
Yo, como mucho, pujaré el pendón de mi pueblo
y sin excesos que desloma.
A mi edad ya no tengo por qué
galantear con mis atributos de sexo
en esa hermosa metáfora, sí
del mástil enhiesto
porque ya me convencí
que quien o quiena (Vds. eligen) me los trate bien
seguro tendrá recompensa.
No, ya no gusto de jugar
a ver quién la tiene más larga.
Mi patria es, en total, cada palmo y cada paso
de los que doy donde me muevo
es el embeleso con mi río
sus nutrias, barbos y truchas, que volvieron
hermosa patria ahí a escasos metros.
Mi patria soy yo y mis cercanos
de cualquier reino de la naturaleza
capaces de desatarme emociones
aquí en mi breve e infinito espacio
que a cada instante abrazo.
Mi patria cada día es una
y siempre vuelve a mi cuna
justo allí donde empezó
sin que grandezas mayores o menores
de imperios inabarcables
enciendan en mí fuego alguno.
O muy poco y en ocasiones contadas
momentos que la masa informe
envueltos en sus banderas
(ésas suyas, que para mí no quiero)
siempre los torna en sarcasmos.
Mi patria soy yo y lo que a mi antojo elija.
Que no me la fabrique nadie
que ya me la fabrico yo.
Y tengo valores incluso morales, también propios.
Por si acaso.
Mi patria sí es de este mundo
es aliento que me envuelve
y por el que cada instante vivo.
Mi patria la llevo puesta
y no la tengo por arma arrojadiza
ni redentora de nadie
pues uno es quien hace patria
y no la patria quien hace a uno.
¿Se entiende?.
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