Estas
Navidades, ¿a quién sentaré en mi mesa? o
¿quién de vosotros compartiría la cena de
Navidad con alguien que no haya querido vacunarse?. He aquí algunas de las
preguntas más estúpidas y proselitistas
planteadas en el transcurso del primer cuarto del siglo XXI.
Permítaseme
con este escrito redimir en lo posible la eugenésica infamia de las Navidades
del 2021, cuando otra vez se pretendió convertir la pseudociencia en ley
(antecedentes en 1883, 1933, junto a otros intentos). Estas Navidades y otras
más que vengan y yo pueda vivirlas y beberlas sentaré en mi mesa a quien
considere oportuno y merezca mi compañía, como yo la suya; con independencia de
por dónde haya decidido tomar el rumbo de su vida en el ejercicio libre,
soberano, consciente y hasta lúcido de su autonomía personal, en aspectos de la
misma o en su sentido integral.
¡Pero
cómo se atreven algunos (a quienes al saludarlos podríamos entrarles con un “¿y tú por qué dosis vas?, o ¿para cuándo tienes la renovación del
pasaporte Covid?) a negarle el pan y la sal a nadie! Quizá sería
oportuno hacerles otras preguntas del tipo ¿sabes
para qué debieran servir normalmente las vacunas? y hasta ¿cómo llevas las dosis de recuerdo? (lean,
lean, dosis de recuerdo), ¿te avisan bien
y con tiempo?.
Pero cómo se atreven quienes en su absoluta ignorancia -o quizá no tanta- se creen que por vacunados están libres de transmitir tanto como de contagiarse del bicho contra el que dicen haberse vacunado -???- y alegremente paseen por la vida señalando a los demás como responsables de sus males, cuando con un enorme grado de aproximación a la verdad y con esas campañas de vacunación masiva (bueno, no vacunación, sino terapia génica, que no es lo mismo) justo ellos son el foco etiológico y génesis de las diferentes variantes del abecedario que han venido surgiendo para gozo de las farmacéuticas. ¡Pero cómo se atreven!
Por
lógica, quienes sepan algo sobre virus sabrán también que estos bichos son tan
osados y listos que si no encuentran puerta convencional por donde entrar lo
harán por la trasera (mutación) y más ante un sistema defensivo inoculado que
no es un bicho muerto contra el cual activarse sino un señuelo de bicho, una
proteína que funciona de bicho preparado para reaccionar frente a enemigos
reales o supuestos, a la que le acaba siendo fácil burlar el sistema hasta entrar
en él provocando nuevas mutaciones y ya tenemos las variantes referidas.
En
fin, toda esta chusma que dejaría en un estupendo lugar a Joseph Goebbels se
atrevieron a cuestionarles la cena de navidad en compañía a mis suegros de 87 y 93 años (2021), envidiablemente
sanos por entonces aunque ya con alguna limitación propia de la edad. Por esas fechas vivían todavía en su casa, con
décadas a sus espaldas sin ocupar cama en hospital alguno, suponiendo por tanto
un mínimo gasto para la SS como ya quisieran para su SS otros muchos dados a la
crítica tan falaz y vil como ignorante.
Mi suegro aún hoy (2024) sale a comprar todos los días y todavía rememora con
cierta asfixia los incontables PCR que hubo de pasar para cortarse el pelo con
su peluquero bosnio. Tantas entradas y salidas y nunca contagió a nadie que
sepamos, habiendo compartido la mayoría de los días y las noches del agosto del
2022 cenas y vida con él y mi suegra. Y por si fuera como traído para joder la
marrana en aquellas fechas negras, un día que no funcionaba el metro en Viena
hubimos de viajar en dos tranvías atestados como latas de sardinas y ni
contagiamos al resto de viajeros ni nos contagiaron, como tampoco contagiamos a
ninguno de mis suegros.
Seguiría
hasta consumir toda la tinta del universo para echar en cara a algunos su desvergüenza al secundar una
proselitista, infame e insolente campaña cual fue la participativa, repugnante
y facciosa expansión de la pregunta ¿”quién de vosotros compartiría la cena de Navidad con
alguien que no haya querido vacunarse“? -sic-.
Hasta Goebbels creo
que se avergonzaría. Ah, y por obediencia
ciega a una dictadura sanitaria y a una vida en trance y vías eugenésicas (de
eugenesia, qué horror de "mengelazo"),
y por responsabilidad -vaya chorrada- exijo a todos que vayan a subir en el
metro donde yo viaje que me muestren su cartilla de salud en orden donde se
certifique estar libres de cualquier enfermedad de gravedad variable, la cual
sea susceptible de serme transmitida.
Por cierto, ¿a cargo de
quién corre el pago por este proselitismo farmacéutico oficial?. Ah, y cuando
uno de los luchadores por la dignidad y la libertad caiga en combate lo sabrán
raudo porque la prensa adscrita o directamente boba, que es casi toda, ya se
encargará de airearlo, mientras que si era un vacunado callarán. Es así como se
distingue la verdad, no escuchando ni leyendo sino sabiendo cómo escuchar y
leer o -dicho de otro modo- interpretando lo que se lee y se escucha y hasta se
ve. Pues cuando esto ocurra -repito- no se olviden de exclamar o cuando menos
sentir por sus adentros un “te está bien
empleado por no haberte vacunado ”, eso por ser suaves que cosas peores
soltarán miembros de esa inquietante turba borrega. Yo desde luego nunca echaré
nada en cara a nadie, sea vacunado o no lo sea, porque cada uno es o ha de ser responsable
de sus actos y libre para llevarlos a cabo, pues de lo contrario hasta habríamos
de dejar de conducir coches por las muertes que al año puedan producirse en
accidentes de tráfico. Y por favor, mientras yo viva seré un incombustible
luchador contra la eugenesia que está en la línea del más vil fascismo, esto sí
que lo es y no el que nos gritan cuatro descerebrados de periferias varias o
asimilables, léase Vallecas, por ejemplo.
Y ahora senténcienme y
apártenme de sus vidas, son muy libres aunque yo con Vds. no lo haré, sean o no
vacunados y aunque vacunados o no puedan contagiarme. El mayor miedo se lo
tengo al contagio del miedo. Soy así.
NOTA: Ratifico este
escrito hasta en las comas, pero si a alguien molesta le digo que sigo teniendo
el alma limpia para recibir en ella y en mi corazón a cualquiera......, que lo
merezca, vacunado o no. Digo yo.
Nano Miguélez
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