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30 abril 2024

(₸X) El eterno delirio paranoico como constante (matemática) en los rasgos de identidad de naciones y nacioncitas


De entrada, sepan que sé lo iluso de pretender hacer pedagogía con quienes debieran ser depositarios de cuanto aquí se expresa, porque su pensamiento unidireccional, si no directamente limitado, lo hace más difícil que tallar la piedra a meadas. Pero bueno, al menos me desahogo, que vivir según dónde carga un tanto. El artículo presente consistirá en desmenuzar las diferentes partes del título y profundizar una por una en ellas. Permítanme, pues, que se lo explique.

Por evidente que parezca el término “eterno” no lo pasaré por alto, por cuanto en las naciones la cantinela permanente de los medios afines sobre los rasgos de identidad y las delicias de la nación de aquí se convierte a menudo en cansina e insoportable, y si no participas de esos criterios respecto a la comunidad que flota en su imaginario, tratan de excluirte, tras calificarte con total certeza de “antialgo”. Sin embargo, la primera expresión con enjundia que aparece en el título la componen el dúo de palabras “delirio paranoico”. Por “delirio” debe entenderse perturbación y excitación mental causada por una enfermedad o una fuerte pasión. Estado de excitación que no obedece a razón ni a la propia voluntad. Despropósito, disparate. Más específicamente, el término “paranoico” puede referirse a un tipo de sensaciones angustiosas, como la de estar siendo perseguido por fuerzas incontrolables ("manía persecutoria"), o ser el elegido para una alta misión, como la de salvar al mundo (delirio de grandeza o grandiosidad), o a una patria oprimida por un enemigo tan cercano como sibilino; de lo que -según estudiosos del tema- se encargan personalidades de marcado cariz sectario, incluidos dictadores con nombre y apellidos. Aunque el significado del vocablo ha ido moldeándose con el paso del tiempo, el diagnóstico moderno más adecuado para la paranoia es el de "trastorno delirante" de tipo crónico, con mayor o menor virulencia ocasional, con lo que la locución “delirio paranoico” es en sí misma redundante. 

El tema -por ejemplo- de las “balanzas fiscales” ha devenido en delirio, respecto al cual ando yo con la mosca tras la oreja. Por ejemplo, hay quien no para de pedir las balanzas fiscales de la nación de aquí respecto a la española, mientras que -salvo yo- nadie demanda las “balanzas fiscales” de Alemania respecto a España, y cómo se ha gastado el dinero alemán en la nación de aquí, o cuántos de la nación de aquí han “chupado del bote” de ellas sin hacerles puto asco. Estas “balanzas fiscales” no existen aquí. Otro ejemplo sublime de “delirio paranoico” cuya gravedad disociativa (entendiendo por disociación que alguien se crea un Carles Puyol sin serlo, un decir), dependerá de las esferas que lo utilicen y con qué intención lo hagan. 
Tiene relación el asunto con el pasado mundial de Sudáfrica 2010, en el que la selección de la nación opresora había llegado a la final y, según noticias de prensa, desde instancias políticas impidieron a los niños ver ese partido en los campamentos de verano que la nación de aquí tiene repartidos por el territorio nacional, de aquí. Me cuesta creer que esto sea cierto, pero no me extraña, pues desde mis doce años, allá por el 1964, que ando por la nación de aquí, me reconozco de sobras el tufo y los atufantes. Fuese el hecho cierto o no, yo sí estoy seguro que en algunos, o en bastantes, o incluso en demasiados lugares el hecho sí sucedió. Repugna especialmente el hedor de la peste excluyente en los nacionales con menos “pedigrí” de la nación de aquí, pues entre los de “pedigrí” no son mayoría ni mucho menos los que reivindican el agravio como constante de sus vidas. Los hay que podrían no saber castellano, pero tampoco comulgan con esa patria tan estrecha. Incluso para mí hay aborígenes con “pedigrí” que bajo ningún concepto los quisiera fuera de mi mundo y de las patrias por donde me mueva. Muy a menudo se ponen como excusa que si los criticas es que no los conoces, y si se lo desmientes alegando que hablan con alguien para quien no hay un punto en cualquier lugar del mapa de Catalunya que en cuarenta kilómetros a la redonda no tenga al menos un pueblo donde él no haya estado físicamente, les da lo mismo; así que te seguirán tildando de “antisuyo”. Pero que no me acusen de contaminado por la brunete mediática, porque ni prensa leía yo por aquellos entonces. ¿Confusión?. Qué confusión. Vamos a ver, ¿de qué Catalunya me hablan cuando me dicen que no se les comprende?. ¿De la que votó el Estatut (que no llegó al 40%, y encima algunos votaron “no”), o de la que pasó solemnemente de esa historia (60%)?. Pues sí, ojalá se celebrase un referéndum limpio y libre -claro- para poner a cada uno en su sitio y bajar a los políticos (a la mayoría) de la farola donde juegan al farolazo y farolero. El tamaño de la bandera de Colón y el de la que se desplegó aquí con la manifestación tan hinchada como la bandera, ¿es lo uno criticable y lo otro no?. Por cierto, ¿cuántos se manifestaron “pagados”, con fondos de todos, por supuesto?. ¿Tantos como la celebración espontánea de la victoria en el Mundial de la nación opresora?.

Los delirios invaden la sociedades nacionalistas y como el bochorno insoportable del verano mediterráneo las hacen irrespirables, sin embargo -o por eso- nada se mueve, nada se critica, todo está bien. Hay gestores de estas naciones que nunca pagan precio por sus errores (St. Boi, Horta de St Joan…), porque siempre logran endilgar los males al enemigo externo y no a la propia incompetencia. ¿Cómo reconocer que lo de Horta de St. Joan fue fruto de gravísimas negligencias, ineptitudes e incluso intolerables frivolidades pseudoecologistas?. Y lo del túnel de bateo de St. Boi el más grosero y estereotipado chiste malo sobre el ahorro y su relación con este pueblo, por desgracia hecho trágica realidad. Qué poco faltó para que le echaran la culpa a Madrid, aunque éste de una forma u otra siempre la tiene. Son tantos los sucesos por mala fe o incompetencia en la gestión que nos alargaríamos hasta el infinito. Sin embargo, uno aquí parece vivir en medio de un rebaño de ovejitas luceras, churras o merinas, y en ningún otro grupo se sentiría más cohesionado que en esta tribu tras una bandera y una pancarta con un lema siempre quejumbroso. Es así el estereotipo de este pueblo, la indudable carga paranoica, que aunque sea significativa no representa a todos. Dicen que lo que ha estado pasando si gobernaran ellos no hubiera pasado, que España les roba y que no pueden invertir cuanto y en lo que quisieran. Se excusarán de su inicua gestión con argumentos que no tienen medios y que si fueran ellos quienes nos gestionaran otro gallo cantaría. Y lo mejor es que hay gente que se lo cree y de ahí a la disociación hay un corto trecho. La corrupción campa a sus anchas de forma escandalosa (aunque aquí son corruptos sólo y siempre los mismos, casi nunca los otros, y si alguno cae no le asignan siglas de partido). Pero siguen sin quererse enterar: la culpa sigue siendo del TC y de Madrid, faltaría más. En fin, es éste un tema de tanta chicha que no hay espacio en un artículo para exprimirlo.

Antes de adentrarnos en el “diferencial semántico” (D.S., que así queda más molón) y la constante matemática -por supuesto- conviene precisar y definir el concepto “nación”. Según Wikipedia nación, en sentido estricto, tiene tres acepciones: La “nación política, en el ámbito jurídico-político, es un sujeto político en el que reside la soberanía constituyente de un Estado". En “sentido lato nación se emplea con variados significados como Estado, país, territorio o habitantes de ellos, etnia, pueblo y otros". Por último la nación cultural, que es la que interesa a nuestro relato, es un “concepto socio-ideológico más subjetivo y ambiguo que el anterior, se puede definir a grandes rasgos como una comunidad humana con ciertas características culturales comunes, a las que dota de un sentido ético-político". 
Por otra parte, cualquier nación que se precie siempre ha de tener un enemigo exterior y “rasgos de identidad” que la nación de al lado no tiene y además socavan y atacan los nuestros. Para ser “nación” es también imprescindible descargar sobre este enemigo imaginario las propias frustraciones y/o inoperancias. En realidad que tengan la culpa de todo por envidia, ya que ellos son “diferentes” y “menos/más algo” que nosotros y por ello somos envidiados hasta por el mismo Dios (versión de dime sobre lo que pregonas y te diré de lo que careces). 
Las naciones empiezan en familia. Pasa en mi pueblo respecto a los del pueblo de al lado, con el que constituye el municipio. Para sentirse identificados los unos con los suyos han de ser “más/menos algo” y sobre todo “diferentes” a los del pueblo de al lado y odiarlos, lo cual como corresponde funciona igual a la inversa. Como “rasgos de identidad” que enfrenten a los unos con los otros podríanse comparar aquí el número de universitarios, o de analfabetos funcionales o completos de un lado u otro, y estárselo echando en cara al tarado vecino durante el resto de su vida. Además las naciones te adoctrinan de tal forma que quienes no compartan su sentimiento nacionalista son traidores más o menos peligrosos (según la mente febril del nacionalista de turno), creándose realidades paralelas, muchas veces más importantes e incluso numerosas en su composición que las que conforman el credo “nación”. Se puede tener el sentimiento de pertenencia a una comunidad, pero cuanto menos oficial, mejor. 
Las naciones funcionan con numerosos símbolos, parafernalia identitaria, tótems y tabús. Tótems y héroes a menudo reinventados a los que una historia rigurosa derribaría en su mito (¿héroes o chorizos directamente?), pero no hay peor ciego que aquél a quien la luz no le llega al entendimiento. Las naciones son más peligrosas cuanto más oprimidas (p.e., las nacioncitas) por el yugo impositivo de otros que también quieren y pueden ser nación. Son explotados, esquilmados y muchos, pues hombre por la nación no matarían, pero sí podrían abofetearte por díscolo y “antialgo”

Nos queda por desmenuzar el sintagma “constante” (“matemática”). Si dentro del método científico se toma como modelo o paradigma el denominado “diferencial semántico” (una escala de 0 a 10) se pueden establecer diferentes categorías (cuatro para ser exactos) en función del peso que el delirio paranoico tenga en el número y calado de los pensamientos delirantes y las acciones consecuentes. La oscilación estaría entre nada o muy poco peso en el número y calado de estos pensamientos y acciones (sin delirio ni rasgos psicóticos significativos, con puntuación entre 0 y 2,5 puntos sobre diez; o entre el 0 y 25% del volumen total); o el peso muy significativo, ya patológico y en algún caso de encerrar por orate y/o terrorista, con delirios y rasgos psicóticos susceptibles de provocar disociación y desplegarse en esquizofrenia (puntuación superior a 7,5 puntos sobre 10, o más del 75% de pensamientos delirantes respecto al total de pensamientos y acciones consecuentes). Se entenderá por tanto como “constante” una cifra que no es constante sino variable, pues constituirá el valor mínimo o umbral inferior de un intervalo y la cifra exacta de ese umbral inferior dependerá del grupo taxonomizado. El matiz “matemática” cobra su sentido considerando que las cuatro categorías se conforman según valores numéricos. Por lo general, el peso del “delirio paranoico” en el conjunto de los rasgos de identidad que conforman a determinadas naciones tiene como término medio un valor de entre el 25 y el 75% del total del perfil.


De las cuatro categorías taxonómicas, en primer lugar estaría el “ciudadano no nacionalista”, sin nada o muy poco peso en volumen y calado de sus delirios y rasgos psicóticos, con puntuación de entre 0 a 2,5 sobre diez, o un máximo del 25%; que no tiene delirios de patria, y lo que es su patria no va mucho más allá de las puertas de su residencia. A partir de ella, supervivencia. 
El segundo grado (entre 2,5 y 5 puntos sobre 10, o entre un 25 y 50%) corresponde al de un “nacionalista con un nivel moderado en el número y calado de sus pensamientos delirantes”. Sus delirios aunque van siempre en las dirección de “nosotros tal” y “los otros cual” (éstos siempre peor, claro), o sea, paranoia que asoma. Todavía se mantienen dentro de los márgenes del sentido de realidad, pero en las puntuaciones superiores ya empiezan a difuminarse sus límites y a rozar el inicio de la “psicosis”. Entiéndase “psicosis” como un estado mental en el que existe una pérdida de contacto con la realidad. A las personas que lo padecen se les llama psicóticas. Las personas que experimentan “psicosis” pueden presentar alucinaciones o delirios y pueden exhibir cambios en su personalidad y pensamiento desorganizado. Estos síntomas pueden ser acompañados por un comportamiento inusual o extraño, así como por dificultad para interactuar socialmente e incapacidad para llevar a cabo actividades de la vida diaria. Sin embargo, muchas personas tienen experiencias inusuales y de distorsión de la realidad en algún momento de sus vidas, sin volverse discapacitadas o ni siquiera angustiadas por estas experiencias (vamos, que ni se lo notan ni se les nota). Desde esta perspectiva, las personas que son diagnosticadas clínicamente como psicóticas pueden estar teniendo simplemente experiencias particularmente intensas o angustiosas (véase 'esquizotipia'). No obstante, en este nivel no hay disociación, todavía no; aunque no es extraño que ciertos personajes empiecen a desbarrar o a partirse la boca por un asunto del que no obtienen ni oficio (vender bufandas del club de fútbol sí lo es), ni beneficio (las “perrillas”obtenidas de una reventa al grito de “tot el camp…”, sí son sarna con gusto). 
La tercera categoría (entre 5 y 7,5 puntos sobre 10) engloba al “nacionalista con un alto nivel en el número y calado de sus delirios”. Aparece la “psicosis” en toda regla, puede haber disociación, aunque el sujeto presente aspecto normal y en apariencia integrado, es decir que no parece romper con la realidad o se le aplica la presunción de inocencia. Suelen ir envueltos en banderas y cargados de insignias y símbolos. Su paranoia adquiere tintes de enemigos a los que combatir, pero todavía lo hace (al menos en apariencia, pues en privado te puede llegar a atizar por no ser parte de su nación) dentro de las reglas del juego democrático (que dicen). Es decir, todavía está integrado. ¡Ojo!, también aquí alguno puede estar pretendiendo venderte algo tangible, pero en este nivel son los políticos y espabilados de su honda los principales beneficiados del delirio casi colectivo. 
Por último surge el “nacionalista con un nivel exagerado en el número y calado de sus pensamientos delirantes” (con más de 7,5 puntos del peso de sus delirios sobre el total del perfil), con una “psicosis” ya desplegada en forma de peligrosa paranoia que le lleva combatir, con las armas si es preciso, la patria atacada por los imperialistas de siempre. Llega a tal nivel en algunos casos el grado disociativo que a menudo se tiene la impresión de vivir en un manicomio, de forma tal que en cualquier momento uno puede encontrarse de frente con el mismísimo Rafael Casanova i Comes. Por cierto, quien quiera saber la verdadera Historia de este individuo que recurra a Universidades que no pertenezcan a la nación opresora, ni siquiera a la oprimida, por ejemplo Cambridge u Oxford. Verán qué pronto se les derrumba el mito, a quien -claro está- aún conserve un mínimo de capacidad de análisis crítico, por otra parte muy difícil en estos lares porque la presión mediática es muy fuerte (los editoriales conjuntos son la prueba), como no podía ser de otro modo pues entre otras cosas viven de las subvenciones, sin las cuales todo lo de “leer” aquí fracasaría estrepitosamente. 
Ah, que no se olvide que el peligro de delirio límite y hasta de la disociación lo tiene el rebaño, no los pastores y jefes institucionales de la manada que, salvo los más tontos y pringadillos, el resto no se cree para nada el rollo que predican (miren si no, cómo educa a sus hijos propios -un suponer- el cordobés que fue reyezuelo del taifato NE de la península ibérica). Por eso jamás he entendido a quien no saque beneficio pecuniario a la militancia y filiación o simpatía hacia un partido (cásate con tu madre, si ganas con ello). Entre éstos es donde concurre el mayor peligro de “psicosis” y hasta de disociación. Es incluso posible que en la fase REM de sus sueños ondeen banderas, canten himnos o se transmuten en cualquier ínclito del altar de mitos de la nación en cuestión. Y todo sin cobrar.

Para finalizar, dejo abierta la posibilidad de más artículos porque el tema es tan jugoso y da tanto de sí que vale la pena desarrollarlo, tanto como profundizar en el sentimiento nacionalista como sustituto de un sentimiento de familia (según avezados sociólogos) y propio de lugares donde los vínculos familiares son más sectarios, tribales y artificiosos, al tiempo que muy poco consistentes en el sentido más auténtico, emocional y afectivo del término. 

Fin
El mundo según el Diantre Malaquías


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