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18 agosto 2023

(₸X) Miscelánea, por mí (o sea, un servidor)

(Foto de Serafín Pan Falagán )

Mi país. Había en mi país una ciudad a la que algunos desinformados motejaban “ciudad dormitiva” y en la que se estaban viviendo unos acontecimientos de tan solemne catadura y audacia extrema, que se precipitaban en históricos. Como símbolo de estos eventos se construyó una plaza, pura fascinación e intrépido diseño, para que fuese pabellón e inequívoca expresión de una gestión sin parangón (pon, pon), realizada por mentes muy competentes de nuestra vanguardista democracia, pionera en ecuménica modernidad y “casi” en lo de ser sufragada (y tanto, que no pillan pasta) universalmente. Había sido diseñada con miras tan amplias que, según fuese el punto de observación, podrías estar viviendo mil años antes o dos mil después. Véase. Una parte de la obra se remató con piedras que le conferían un aspecto milenario (en mi nación-dentro-de-un-estado hay multitud de asuntos milenarios, sin par en el mundo, qué duda cabe). Las lenguas de puñal, de las que meridianamente me desmarco, la recalificaron (ya ven, ellos también recalifican, para que luego digan) del más puro estilo “románhigo chumbo”, última época. La otra parte se decoró más a la guisa galáctica, de modo tal que a nadie habría de extrañar ver a un marciano columpiándose de las sobreelevadas torres, un par de ellas dispuestas en paralelo y en forma de nave espacial tripulada a punto de despegar. Vistas desde esta perspectiva, percibíase un algo, quizá como una incitación al hermanamiento (“Kumbayá, Déu meu…”) con los extraterrestres. Completaban la plaza unas escaleras amplias, bailongas, cómodas, utilitarias, qué sé yo; y de unos arbolitos chachipiruli de verdad, que sin duda sellarían las fauces de unos cuantos aficionados a la crítica destructiva. Tendré que explicarlo. La disposición de los escalones en torrenteras cumpliría una doble función. Por un lado funcionaría de desagüe que alivie y evacue (vamos a ver con el lenguaje ordinario) las impetuosas lluvias de esos días de gota fría, escasos -todo hay que decirlo- por estos lares mediterráneos. La otra función sería puramente estética. Genuina. Imagino cuál no será el arrullo y jugueteo espumosos de esas torrenciales aguas escalones abajo, hasta el mismísimo río Besós. Talmente La Granja de San Ildefonso o la Glorieta de Schönbrunn. Ahí es nada la idílica visión, que nunca llegará a apocalíptica, víboras. Y ya veréis como los arbolitos siguen vivos un día después de las elecciones. 

En mi país, definitivamente, todos debemos respetar mucho a los políticos del “amplio espectro” (bonito, ¿eh?), pues en su mayoría han demostrado tan profunda honradez, que ni siquiera la prueba de las comisiones les ha hecho flaquear (¿verdad que están todos bien papulosos?). Y las comisiones no engañan. Son personas que entraron en la política para enriquecer sólo (sólo y sólo) su espíritu, dotando a los parques de bancos (perdón, asientos) para pensionistas, organizándoles excursiones y atendiendo a éste y otros muchos colectivos necesitados con caramelitos y cultura folclórica. ¿Se puede hacer labor más digna?. Algunas de estas personas que en su momento se dedicaron a políticos, además de servir -claro está- en la política terrenal, ejercían también de ministros de Dios y por tales administraban el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor. Pero esas lenguas de áspid del desierto que todo lo embadurnan con sus porquerías calumniaron hasta la irreverencia. Si unos pocos le daban un tantín más a la sangre que al cuerpo de Jesús, no era sino por mantener un estrecho contacto místico con Él, a través de amorosas libaciones al cáliz del líquido sagrado. A este respecto existen profundas disquisiciones teológicas sobre si ha de decirse líquido sagrado o sagrado líquido y la conclusión más aceptada señala que dependerá de las situaciones. ¿Vale?. Que todo hay que pormenorizarlo. 

Ahora en mi país personajes de la talla morral (moral, quería decir) de los Bardem, Ana Belén y otros de tierna entraña, sensibles, lúcidos, con amplia visión del mundo y a los que un tic les ha mutado una de las cejas en circunfleja; ya no se manifiestan por la paz, pues acabó la Guerra del Golfo y la de Irak (y con ellas todas las demás guerras) y por tanto la agresión imperialista a los oprimidos. La situación actual y la dignidad de los kurdos, o los somalíes, o los sudaneses, o…; ya no demandan manifestaciones, en tanto que es un asunto interno (cosmopolitas ellos). Bueno, en realidad al estar implicadas otras naciones debería ser un asunto un poquitín externo. Pero yo creo que si no salen cual pacíficas merinas es, sobre todo, porque con muy buen “criterío” piensan que no tiene sentido, al ser un asunto más que nada interno de quien deba ser. Es un pacifismo muy razonado y sensato, verdaderas lumbreras. ¿Para qué salir -pues- a hacer el bobalicón?. 

En mi país se ha entablado una justa y feroz guerra santa contra el aborto. ¿Qué se han pensado, insensatos?. La vida es de Dios Nuestro Señor y, por tanto, sagrada. Encima tienen la desfachatez (mirad que son cortitos y ridículos) de comparar la vida humana con la de una lechuga y hasta con la de un mono (qué ignominia, qué afrenta, monos serán ellos). A mí, que soy una criatura de la Providencia, con esas monerías. El hombre es el centro de la Creación, hecho a imagen y sonido de Dios. Cómo, pues, cercenar una vida que es y pertenece en exclusiva al ser Supremo. Sí, la lechuga también forma parte de la amplia amalgama de obras divinas, pero ni mucho menos es el centro de la Creación; si acaso, y todo lo más, es el ombligo de la huerta y va que chuta. Y como es un “bio” menor el Creador nos da permiso para que nos la zampemos, que bien rica está. No importa si superpoblamos la Tierra, siempre podremos rezar y alcanzar un milagro. No importa que los recursos no alcancen para tantas bocas, Dios proveerá. No veis los pajarillos del campo, ni siembran, ni recolectan; sin embargo la Providencia vela por ellos y no fenecen…, salvo cuando les toca de natural o a perdigonadas, claro. Es igual que sea o no tabú, como dicen esos asquerosos (uy, perdón, pero es que cuando hablo de esto me…), pero el aborto NO, NUNCA, JAMÁS segar de cuajo (salvajes) la vida de un alma inocente, que es un prodigio del cielo. Y dale éste con la lechuga. 

En mi nuevo país que es una-nación-sin-estado de mi país-estado que no sé si es una nación (creo que no, sino un montón y además la cosa sigue creciendo) me encuentro muy bien, muy integrado y dispuesto a luchar (¡adelante!) por valores milenarios (ven, ven) que la impregnan. La pena es que por respeto a antepasados míos, habitantes aún en esas áridas tierras del interior (como muy bien señalan algunos de mis nuevos compatriotas, con extrema y fulminante sapiencia, del Ebro -Ebre- para allá todo es desierto); la pena es -decía- no poder indigenar mis patronímicos. Me haría llamar Marcel.lià Miquelet i Castrill (el acento abierto de la “a”, la “l” geminada y la “i” latina son muy importantes como rasgos de identidad -trets d’identitat- para la total integración de los que venimos de fuera); pero no teman, no me haré terrorista de bandas armadas que buscan la liberación nacional de los invasores transíberos, no. Sólo me apuntaré (ji) a esa entidad deportiva que es más (uf, y tanto) que un club y votaré (que se sepa) a Esperra Reputicana (ER). Ya les contaré más cosas. Hoy voy a centrarme en ese estandarte y enseña contra la represión franquista (apoyada, ciertamente, por catalanes malos como Pla, March y otros arrepentidos que han llegado a consellers de la nación de aquí) que es mi Barça. No es un club, es un algoritmo del tipo +,- =&@{£Ƹ※∛∳≆⒅♎. ¿Dónde se ha visto nada igual?. Vean. Más-menos que un club, integral sobre derivada de raíz cuadrada de “som set o vuit milions” (somos siete u ocho millones), por logaritmo de equis, igual a cientoveintemil “socis” (socios). Y además “aquest any sí” (este año sí). ¿Quién y dónde dan más que lo compramos?. Único en el mundo. Ni siquiera en Brasil o Sudán se da una “pinya” (piña) tal en torno a un equipo de fútbol, que es monumento y emblema de la libertad y clarividencia mental por excelencia. Ahora bien, tampoco me gustaría que me confundiesen con ésos que se alegran con las derrotas de cualquier otro club peninsular, ca, no soy tan nacionalista. Pero sí soylo suficientemente como para saborear con fruición las humillaciones de ese centro satánico y aún más las flagelaciones de ese lobo disfrazado de corderito, al que pisaremos el cuello (disculpen si a veces me propaso, pero me emociona tanto…). Se acabó lo de “tot el camp és un flam” (todo el campo es un flan), este año “tot el camp és un clam” (todo el campo es un clamor). En fin, este equipo es para mí como una novia. Y cuánto me hacía sufrir, ay, ay, ay. Continuará, si me dejan. 

Fin 
Los relatos sucintos del Diantre Malaquías 

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