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28 febrero 2024

(₸X) Una aproximación al concepto de inteligencia


Justificación teórica

Cuando se habla de inteligencia se la supone formada por múltiples factores que la configuran y definen, pero al mismo tiempo -y debido a ello- dificultan enormemente una aproximación conceptual a la misma. Incluso se suscitan innumerables polémicas a favor o en contra de tal o cual concepción, porque con ninguna parecen estar todos de acuerdo. Tanto por prudencia como por rigor científico (la ciencia psicológica está todavía en pañales) no es mi pretensión saldar las disensiones. Sin embargo trataré de acercar a los lectores lo que yo, en función de varias teorías y de mis propias deducciones, entiendo por inteligencia.

En un primer acercamiento y con objeto de centrar el tema, se puede definir la inteligencia como una función que organiza la actividad del organismo sobre el entorno para utilizarlo, modificarlo y transformarlo, a fin de satisfacer necesidades del individuo. Destaco el vocablo “función”, pues la inteligencia no es algo que pueda focalizarse en un punto concreto, sino el resultado de complejas interacciones de todo el sistema nervioso, tanto para asegurarse la supervivencia, como una vida en equilibrio y digna. Así pues no debe asociarse la inteligencia a un órgano determinado, sino que debe entenderse como el ejercicio de uno o varios órganos. Y al hilo de clarificaciones, no obviaré una sobre la confusión entre los términos inteligencia y memoria. Ésta podrá considerarse un factor más de la inteligencia, sólo si contribuye a una mejor adaptación e integración en el medio. Por otra parte, un déficit de memoria es perfectamente suplible, ya sea a través de asociaciones, o con la utilización de cualquier otro método mnemotécnico. 

Dando un paso más en busca de una mayor precisión, se explicaría la inteligencia como la resultante de una infraestructura (dotación) biopsíquica, la cual permite afrontar las situaciones de adaptación e integración y, en definitiva, la satisfacción de las necesidades que le son propias. Cuando se concibe un nuevo ser o, más genéricamente, cuando surge una nueva célula puede decirse con toda garantía que ha nacido una nueva inteligencia. ¿Y por qué calificamos esa infraestructura de biopsíquica y no sencillamente de biológica?. La evolución del ser concebido, aun en estado intrauterino, depende de circunstancias de índole diversa y no sólo de carácter físico. En consecuencia no se puede hablar en exclusiva de vida (bios), sino de vida susceptible de ser modificada también en función de factores psíquicos. 

Vertientes de la inteligencia 

Según se deduce de lo hasta aquí expuesto, en el proceso de desarrollo intelectual deben considerarse como significativas dos vertientes, cuales son la biológica y la adaptativa, entendida esta última en su sentido más amplio, no únicamente social, pues puede tratarse -por ejemplo- de adaptación a un clima determinado. 

Respecto a la vertiente biológica, se ha de señalar en primer lugar la importancia que tiene el hecho que la nueva vida no venga ya marcada, bien por problemas de rango hereditario, bien por otro tipo de problemas que sin ser hereditarios afecten a la estructura de la célula. Pero también desde una perspectiva más propiamente extrauterina las células, el sistema nervioso en general, pueden verse influidos positiva o negativamente por factores de tipo físico y psíquico (dieta alimenticia, situación afectiva familiar, etc.). 

En cuanto al papel de la vertiente adaptativa en el desarrollo intelectual, indicaré que es -desde luego- inseparable de la anterior y tan importante como ella. Cuando al neonato se le separa la madre debe empezar, por su cuenta y a través de aproximaciones sucesivas, a explorar el espacio circundante. Pero si una vez tras otra se reprime esa actividad exploratoria, se está retardando el proceso de maduración nerviosa, que no es otra cosa que el proceso de desarrollo intelectual. También habrá de tratarse en este apartado sobre adaptación e integración en su significado sociabilizador (o socializador, en expresión técnica), pues el entorno social es otra realidad más que debe ser aceptada y por ello objeto del aprendizaje. 

Como ya se ha dicho en otras ocasiones, un medio social con trueque o quiebra en los sistemas de valores condena a los que en él se mueven a la marginación, cuando no pone en peligro la misma supervivencia. En la mente de los lectores interesados deben surgir una serie de interrogantes que procuraré desvelar y aclarar. ¿Es adaptación pensar y actuar como la sociedad marque?. Claro que no. Desde un punto de vista psicológico diríamos que es pensar y actuar para satisfacer las propias necesidades sin ser marcados y estigmatizados por la sociedad. ¿Tienen todos los inteligentes comportamientos socialmente adaptados?. Tampoco. El “ladrón de guante blanco” o el asesino refinado que han logrado burlar la presión social y viven a su antojo, evidentemente deben ser considerados inteligentes. No así aquéllos que reinciden en sus delitos para malvivir. Tarde o temprano les privarán de sus esporádicos y hasta fútiles y quiméricos placeres, y cualquier prisión les grabará para siempre los estigmas de la marginación. ¿Todos los inteligentes viven bien, según criterios sociales profusamente aceptados?. La respuesta es de igual modo negativa. Algunos, con rasgos muy especiales de personalidad y que practican una rigurosa selección de sus necesidades, no buscan ese tipo de integración social. Eso sí, disponen de unos depurados mecanismos de defensa y, en consecuencia, no suelen caer en una indiscriminada fiebre consumista, ni se turban por la posesión de más o menos bienes. Según esos mismos criterios, ¿todos los que viven bien son inteligentes?. Ca. Entre los agraciados por la vida y el destino los hay que saben actuar con inteligencia, los hay que mantienen sus prebendas por pura inercia y haylos que con sus actuaciones van al desastre (como dice un amigo mío, “a algunos les dejas la Coca-Cola y la arruinan”) e incluso a la “quiebra” psíquica. 

Medio familiar e inteligencia 

Las condiciones del medio familiar son absolutamente relevantes para el desarrollo intelectual. Tales condiciones deben considerarse desde el momento mismo de la concepción, pues a partir de ahí cualquier déficit en dicho medio repercutirá de modo negativo en las potenciales capacidades del -ya- nuevo ser. Siguiendo un orden cronológico empezaré por el embarazo, etapa en la que -por supuesto, más que nunca- conviene evitar riesgos que afecten a la salud de la madre y en consecuencia a la del feto (léase alcoholismo, drogadicción, tabaquismo, etc.). De igual modo debe saberse que los hijos de matrimonios consanguíneos, o los de matrimonios (o parejas) con antecedentes alcohólicos, o los nacidos de parejas en edad bien entrada y otros; corren un mayor riesgo de enfermedad o debilidad mental. La relación afectiva entre la pareja, el estado psíquico de cada uno de sus miembros, los disgustos, los “fantasmas”, las inseguridades, los miedos irracionales de la mujer encinta, etc.; son así mismo determinantes para la dotación intelectual del futuro individuo. 

El análisis anterior conduce a un segundo momento de la evolución, cual es la separación madre-hijo, a partir del cual los miedos e inseguridades antes citados se proyectan sobre el hijo, de forma más exacerbada si cabe que en la etapa anterior y en muchos casos se diría que hasta neuróticamente. El neonato debe ir aprendiendo a enfrentarse al mundo por sus propios medios, pero hay madres que por miedo a contaminaciones, a daños, o a no se sabe qué impiden constantemente que “su” niño explore el medio, que actúe de manera desinhibida sobre él, con lo que están interfiriendo en el proceso de dominio del mismo o, lo que es igual, en su desarrollo intelectual. El cuerpo necesita expandirse en el medio, con prudencia -eso sí- pero sin complejos y limitaciones impuestas del todo inadecuadas. 

En otro orden de cosas, el niño necesita ser muy querido. Entiendan bien, quiero decir equilibradamente querido. Tiene que ser él mismo y no lo que los padres quieren o no pudieron ser. Es individuo y está llamado a ser independiente, cuanto antes mejor. Debe ser educado no en una dinámica de caprichos, sino en una disciplina aunque firme no rígida y suave sin ser consentida (“duro con las espuelas y blando con las espigas”, en palabras de García Lorca, al que por cierto no dejan en paz ni muerto). Ha de competir sin complejos con sus iguales, debe ir sociabilizándose, se le debe educar para que sus problemas vaya aprendiendo a resolverlos con sus recursos y por sí mismo, y que no sea siempre la mamá superprotectora la que se los solucione. 

Falta reseñar el importantísimo papel del lenguaje en el desarrollo intelectual. Un lenguaje preciso, rico, variado en el medio próximo en el que se desenvuelve el niño favorece inmensamente -sí, inmensamente- la consecución de un alto nivel de capacidad intelectual. A falta de ello es un buen sustitutivo la lectura. Debe saberse también que la instrucción académica, la cultura, no sólo cualifica a la persona para ganarse la vida dignamente, sino que aumenta y posteriormente preserva la capacidad intelectual, con todas las ventajas que de ello se derivan. 

Fin 
El mundo según el Diantre Malaquías 

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