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21 junio 2024

(₸X) Alegatos a favor de la Psicología y sus aplicaciones diversas


      Como profesional con vocación que soy, tengo en alta estima la Ciencia (con mayúscula) psicológica y los múltiples usos que de ella pueden hacerse; si bien y por pura lógica me extenderé y profundizaré más en los que a mi área de especialización teórica, pero sobre todo práctica, conciernen. Y cuando escribo Ciencia lo hago a conciencia y pretendiendo que sea tomada tal expresión en su más amplio sentido, evitando en lo posible entrar en estériles -si no estólidas- polémicas de si la Psicología es Ciencia o no lo es. Pues claro que la Psicología tiene un notable fundamento en la Filosofía, como también la Ciencia médica o medicina. ¿O acaso no es “filosofía” cualquier tesis o hipótesis previa a una investigación práctica?. Puestos a entender la Ciencia como compendio de datos evaluables, cuantificables, operativos, medibles, etc.; ¿no es tan medible y cuantificable contar las veces que un fóbico evita (y supera, con tratamiento) viajar en metro, como medir y cuantificar los centímetros de esternón que se han conseguido enderezar en un afectado de la columna?. Hay quien puede mofarse de los métodos utilizados en uno u otro caso. Pues bien, diría que probablemente nadie pueda enderezar su columna a golpe de sugestión (tampoco estoy seguro del todo), pero una buena actitud psicológica por adecuados aprendizajes cura una úlcera de estómago con mayor eficacia que cualquier droga o intervención mecánica (cirugía, p.e.), colaborando -por supuesto y de ahí la siempre necesaria multidisciplinariedad- con expertos en dietética, antes que con farmacólogos y cirujanos. Y hablaremos de drogas, que es un tema del todo curioso. Si a lo que antecede añado que mis procedimientos, métodos y tratamiento en general reportan resultados tangibles; entonces no he de justificar ni con una letra más el rigor científico de mis aplicaciones psicológicas. Esto puede ser sólo palabrería, de acuerdo, pero si se detallan con suficiente profusión sujetos, objetos, métodos operativos y resultados evaluables; entonces se habrán de desvanecer las dudas y acabar con la imagen del psicólogo chamán, aunque algo de chamanes no sólo habremos de tener, sino también cultivar.

A pesar de ser una persona de Ciencia, o tal vez por ello, no puedo evitar hacer una severa (y hasta agria) crítica a la Ciencia en general y -en particular- a la médica, por su cerrazón a abrirse y aceptar de la Psicología un protagonismo mucho más relevante, hecho por otra parte inexorablemente llamado a ocurrir, mal que les pese a los ultraortodoxos (o sectarios) galenos. De no entenderlo así, ellos serán los necios y una especie a extinguir (los que no se adapten). Por descontado que lo argumentaré. La Ciencia en sí, entendida como medio para alcanzar el conocimiento fiable, no es criticable; aunque sí los oficiantes que por miopía o mala fe la instrumentalizan o la llevan a un reduccionismo idiota. No me refiero al hecho demasiado frecuente de ponerse al servicio del poder, porque así siempre ha sido, es y será; siendo en este sentido escasas las posibilidades de producirse cambios sensibles, por muchos científicos mesías, greñudos, harapientos y románticos que empeñen sus vidas en investigaciones más humanas y solidarias. En todo caso habrá de esperarse a su muerte, que al fin y al cabo a estos tipos sólo se le reconocen ciertos logros cuando muertos, nunca vivos, pues vivos molestan y se les trata de acallar tachándolos de todo menos de competentes. Ay, ay, ay, ¿dónde ha de estar la verdadera necedad e incompetencia, o incluso la ruin codicia?. Quizá en el mismo lugar que los intereses mezquinos de científicos “vendidos” y médicos “tarugos” (además de los estúpidos que -en verdad- también menudean). 
En fin, si me figuro estar escribiendo para un lector cultivado, entonces sobran los ejemplos en esta dirección. La crítica a los oficiantes de la ciencia sectaria no es otra que la unidireccionalidad de sus planteamientos. Uno echa de menos mentes más porosas tras los tubos de ensayo, que abran y acompañen las investigaciones considerando no sólo a los conocimientos formalmente aceptados por la comunidad científica pertinente, sino también a los “diferentes” e incluso a los “esotéricos” como algunos dicen. ¿Por qué no han de poder colaborar un acupuntor con un traumatólogo, un fisioterapeuta y un psicólogo?. ¿Las cervicales cargadas no tienen mucho que ver con tensiones psicológicas?. ¿Y la sugestión, la relajación e incluso la meditación no pueden servir en el parto?. ¿Por qué se experimenta tan poco con hierbas desprovistas en lo posible de química añadida y efectos secundarios demoledores?. Como mínimo ejemplo de la amplia gama de advertencias posibles basadas en el rigor, a los talibanes de la ciencia médica les lanzo el siguiente aserto: en la investigación y tratamiento del cáncer nunca, nunca van a encontrar la clave, en tanto se empecinen con mema obstinación en la interpretación exclusivamente mecánica y/o farmacológica de su etiología y/o cura; y mientras no se franqueen y acepten en sus orígenes y/o desarrollo la componente psicosomática y otras. Lo anterior sin duda reviste al cáncer de unas características que reclaman de una muy necesaria multidisciplinariedad, no sólo en la vertiente terapéutica donde los psicólogos se toman como “consoladores” o “sacerdotes” que supervisan y siguen la agonía; sino también en las mismísimas elaboraciones previas de tipo teórico, de diseño científico, etc. No profundizo más por cuanto no es tema que me ocupe por afición o necesidad, pero podría sugerir muchas ideas si me sobrase el tiempo o el ocupado en ello me lo pagaran con generosidad.

No se me tome por alternativo, pues conozco y sé hacer uso riguroso del método científico si me lo propongo, no faltándome hasta hoy la imaginación suficiente para realizar diseños científicos con rigor. Por supuesto, tengo muchos “peros” hacia lo establecido -faltaría más- aunque sé que lo establecido también contiene verdades, si bien en sus márgenes hay otras muchas que empuja a obviar e incluso a aniquilar. Tan sólo aspiro a no formar parte de quienes a ciegas y sin sentido crítico comparten el conocimiento oficial, a no ser que paguen bien por defenderlo, aunque mucho me temo que cuanto afirmaré a continuación cerrará todas las puertas a esta última posibilidad. Miren, tantas víctimas como el tabaco las crean el tráfico en calles y carreteras, las centrales nucleares, la hipermedicación tan rentable para los laboratorios, los bilingüismos impuestos que empujan a ciertas minorías a la marginalidad, etc. Ya, a algunos no les interesa reconocerlo, ¿verdad?. Y en todo caso, a unos cuantos se lo reconocerán de muertos. En este repaso previo no podía olvidarme de la dualidad, porque así quieren algunos que sea, entre la Psicología y la Psiquiatría. Leí u oí en algún sitio, alguna vez, que el Psiquiatra es aquél que sabe mucho de psicofarmacología y poco o nada de psicología; en tanto que el Psicólogo sabe de psicología (no sé si mucho) y es lego en psicofarmacología. Claro, es un estereotipo y un tópico, pero como tal no deja de tener su parte real, pues adviértase que el tópico lo fabrica un sabio de algo lleno de contenido, para que el pensamiento mediocre vaya vaciándolo con su abuso convencional, pues “tópico”, como su nombre indica, significa superfluo y sobrante. Me interesa por supuesto la farmacología, pero si algo me fascina es la neurología, puesto que en mi opinión el más cualificado para el estudio de la mente es el Neuropsicólogo (ni siquiera el Neuropsiquiatra, que éste cambia con química lo que el otro cambia con actitud), en cuyo estudio interactúan constantemente la actitud con la variación neurológica y a la inversa. Asombroso de verdad. Pero ya veremos cuán elevado es el número de estupideces que se escriben en su nombre (en nombre de la “verdad” interesada) y en el del supuesto rigor. 
Ay, el rigor. Quisiera saber si desde la Psiquiatría instalada y oficial, desde su necia arrogancia, podrían abrirse -para empezar- a ese enfoque y dejan de embrutecer su profesión a golpe de receta. Sinceramente creo que adolecen de la receta de la palabra. ¿Pero cómo se puede narcotizar hasta la muerte ambulante a un depresivo, la etiología de cuyo mal hay que buscar pura y lisamente en una inhibición caracterial o -en general- en una actitud errada ante los estímulos de la vida?. ¿Y con cuántos se ha hecho así?. ¿Quizá muchos más?. Otro tanto puede señalarse del resto de los trastornos neuróticos. En verdadero rigor, todavía nadie me ha demostrado que una depresión tenga su origen en un neurotransmisor por exceso o por defecto. Por supuesto que es un indicador, también puedo aceptarlo e incluso aceptar que su reposición mejore la sintomatología, pero se ¿ataca la causa o sólo se aplaca el síntoma?. ¿No sería bueno proponer un cambio de actitudes y después evaluar el nivel del neurotransmisor?. ¿Es la alteración del neurotransmisor quien causa la patología, o es la actitud errada ante los estímulos de la vida la que que altera al neurotransmisor?. Porque a mí consulta vienen algunos realmente abatidos y -seguro- que con el neurotransmisor por los suelos, pero fijo que cuando salen gozosos el nivel del neurotransmisor se ha normalizado sin haber ingerido psicofármaco alguno. Y así mil planteamientos más que determinados sectores con influencia en la sociedad no parecen dispuestos a aceptar de buen grado. Porque sépase que tanto las enfermedades (la gripe aviar, p.e), como las actitudes ante ellas (las vacunaciones o la moda de las analíticas, que ahora pasarán a no ser tan buenas -por la pasta-, cuando antes de esta crisis del 2008 se recomendaban tres o cuatro al año, por lo menos), se diseñan a través de campañas mediatizadas. 
Quede claro que si algún psicofármaco puede aliviar el dolor de un paciente, que alguno en circunstancias muy concretas sirve, yo lo recomendaré, aunque haré todo lo posible por evitarlo pues mis tesis en torno a su eficacia y uso son muy otras a las usuales y convenidas. Por tanto, en todo caso sería el médico o tal vez el Psiquiatra quien hubiera de colaborar conmigo, no al revés, cuando se trate de curar una gran parte de trastornos psicológicos; en tanto algunos otros (bastantes psicosis y otros desórdenes psicológicos de difícil pronóstico) se los enviamos a estos profesionales para que nos seden a las fieras peligrosas y molestas. Me recuerdo ahora de la Escuela de Palo Alto que descubrió la esquizofrenia de etiología ambientogénica por familias cismáticas. ¿Cuántas otras de análogos orígenes podrían llegar a desenmascararse y diagnosticarse, de no mediar el respeto a la intimidad del enfermo, pero sobre todo el pensamiento unidireccional y acomodado (te receto y punto), muy generalizado -me temo- en amplios sectores médicos y psiquiátricos?. Así que yo, que ya tengo problemas para derivar a otro psicólogo, mucho menos lo haré a un psiquiatra, salvo si lo conozco en profundidad y sé de su sensatez y mesura. 
En fin, no se me tome por martillo de nadie, pobre de mí, pues conozco algún Psiquiatra de enorme competencia a la que llegó contra su colectivo y cursando la carrera de Psicología, desde abajo, con gran devoción, afición y amplitud de miras, que es como debe hacerse. Hoy es un magnífico Psicólogo y un gran Psiquiatra. En él sí que confío a ciegas…, o casi.


En todo este "boom" de la Psiquiatría tienen una enorme importancia los medios de comunicación (ya estamos) que la enfundan de una Ciencia superior y que viste más, queda mejor y tal vez -sólo tal vez- sea más eficaz. ¿Sea más eficaz, respecto a qué?. Porque si fuera respecto a un ataque de ansiedad del que cabe aniquilar el síntoma, entonces le atizamos un martillazo en el dedo de quien lo está padeciendo y el síntoma desaparece “ipso facto”, aunque no se podrá decir que lo hemos curado. Pero en fin, así nos venden la psiquiatría los hipermegananopseudocientíficos, muchas veces cayendo en el mayor de los ridículos y todavía hoy no se han ruborizado por ello. El periodista más riguroso, por llamarlo de algún modo, escribiría que la depresión y la bioquímica del organismo tienen relación. Pues claro, pero es como el cachondo que se acerca a un coche gripado y comenta muy sesudo que eso es cosa del motor. ¡No te joroba el profeta!. Cuando no, que tiene su origen en no sé qué déficit dopamínico, o serotonínico, o a saber. O incluso que la homosexualidad está “causada” por una alteración en el hipocampo. Pero so besugos, ¿tan difícil es entender que puede ser la actitud homosexual la que ha podido alterar el hipocampo, o los niveles de lo que sea.?. ¿Tan difícil es, de verdad?. ¿Por qué entonces, si es que llegan a tanto, no aprenden a precisar la noticia comiéndose el rábano y no las hojas?. ¿Saben lo que es la interacción?. Me temo que les sobrepasa. Mientras tanto, siguen vendiendo que la Psiquiatría viste, reviste y, aunque no cura (antes al contrario, en no pocas ocasiones -con o sin mala voluntad- enquista y cronifica el problema), impregna de una aureola más científica y sobre todo más glamurosa. Hoy, quien se precie, va a un Psiquiatra, no a un Psicólogo. Pues miren, les diré que quienes acuden al Psiquiatra, de verdad no tienen ningún interés en mirarse para adentro por miedo a verse sensiblemente imperfectos. Necesitan redención a ciegas de un redentor que los ciegue. Antes de explorarse a fondo necesitan ser revestidos de una capa de barniz opaco (la paz de los cementerios) que los hace más soportables para sí mismos. Sólo entonces podrán mirarse, aunque no se vean de verdad por dentro y hasta podrán llegar a decirse “qué chachi estoy”. Buscan “soluciones mágicas” a través de las drogas legales, cuyos efectos son muy parecidos al disparo de cartuchos que al explotar liberan múltiples perdigones en el sistema nervioso y si alguno de estos perdigones atina con el blanco, pues atina y si no a servir de cobayas con las que experimentar nuevos cartuchos. Y en muchos casos se enganchan de por vida a esta “magia”, para gloria de los laboratorios farmacéuticos y del Psiquiatra que se cruzó en su camino. ¿No curará mucho más corregir comportamientos errados?. Bien, pero esto no vende, ni viste. 
Y todavía nos queda por detallar cómo se percibe la figura del Psicólogo, con frecuencia en forma de insufrible topicazo, tan engarzado en la ignorancia que nos remite al más elemental cerebro de ameba, aun estándonos refiriendo a capas de la sociedad de las que cabría esperar un cierto nivel de formación mínimamente sólido. Nos referimos por una parte a la casta médica y a otros profesionales gremialistas de la medicina, a los que -en principio- debe suponérseles personas instruidas y que debieran reconocer en el Psicólogo una dotación y unas competencias. Sin embargo, lo niegan con tal furor que te obligan a concluir sobre su supina ignorancia y estulticie, o en el mejor de los casos te inducen a sospechar el encubrimiento de intereses inconfesables (taruguillos, taruguillos…). O bien pudiera suceder que alguno de ellos mismos sea un tarado de tomo y lomo, y tan tocado del ala que tenga pánico a ser examinado a fondo, por si lo suyo fuese de lo peor que le pueda ocurrir al común de los mortales y motivo de vergüenza social (grandes genios ha habido con el diagnóstico de esquizofrénicos y nunca se escondieron). Créanme, los mayores zumbados me los he encontrado entre aquéllos que dicen tener miedo a los psicólogos, algunos de los cuales ocupaban cargos en altas instancias privadas o del estado, sobre todo del estado.

Es muy curioso cómo la gente sencilla percibe al Psicólogo. No haré una descripción exhaustiva, pero citaré algunos casos. Si se empieza por los más ellos de todos ellos, habríamos de concluir que también ven al Psicólogo y acuden a él por buscar algo de magia, aunque sólo se la den con la palabra que les digan o ellos digan. Ignoran que una terapéutica seria pasa por un esfuerzo personal en la consecución de objetivos -pretendidos u olvidados- nunca alcanzados. Objetivos legítimos, por cuanto han de ser ellos quienes los definan y acepten en un ejercicio de autocrítica y autonomía personal. La terapéutica va más allá de “psicotizar” a los pacientes encerrándolos en sus propios circunloquios. Sí, aquí aparece mi visión crítica del Psicoanálisis como modelo terapéutico, en particular respecto a alguno determinado que se acerca al sectarismo puro y duro. Y no se me venga con memeces, que yo admiro muchos descubrimientos de Freud y hago uso de la Psicoterapia Dinámica con quien estimo conveniente y en el momento del proceso que lo estime conveniente. Haylos que desconocen muy generalmente quién es ese profesional y qué les va a ofrecer. Sólo dicen por dónde empiezo y una vez sueltos largan sin parar, lo cual de por sí ya les alivia y es cuando ya perciben que el milagro esperado (en una ocasión traté a una persona que vino a que le quitase “el mal de ojo” que una de dos cartomantes rivales le había ocasionado, por haberle traicionado con la otra) está a punto de producirse. Con algo de suerte y mucho poder persuasivo puedes llegar a hacerles entender que deben darse pasos activos, no sólo en pasiva; es decir, que con sólo acudir al profesional no basta para superar los problemas previamente diagnosticados. Hay quienes desde fuera perciben al Psicólogo como un profesional del todo inútil, al que ellos y ellas perfectamente podrían sustituir. Yo les digo que el Psicólogo sólo es un experto en comportamiento humano, como el que es experto en mecánica y electricidad del automóvil, y que para eso estudió cinco años -en su plan, ahora son cuatro- de carrera en la Universidad; por tanto algo debió aprender y algo deberá saber, ¿no?. Ahora bien, si alguno nos puede sustituir, pues adelante. Algo nos enseñaremos los unos a los otros. Al fin y al cabo, en la Psicología también hay mucho de sensatez y sentido común, aunque mejor será aplicarla con amplios conocimientos teóricos y experiencia práctica. Eso debe ser un experto. Otros ven al Psicólogo como poca cosa para ellos. Ya lo referí antes. No es el profesional adecuado a su nivel. Más de uno, si nos conociera, sin duda iba a cambiar de opinión, pero hasta hoy no he tenido la suerte de tropezarme con muchos. Los periodistas de postín siempre acudirán al Psiquiatra, mejor de renombre en lo que sea. Allá con su ignorancia. También algunos nos toman por vivales a obviar, tal que nigromantes, cartomantes, tarotmantes, adivinos varios o incluso chamanes o curas (aquí cuadra muy bien aquella afirmación de M. Foucault en la que manifestaba que los psicólogos son como los confesores, pero que alquilan caro sus oídos), etc. Por último, y eso suponiendo que algún tipo de percepción nos quedará por el camino, están los que se acercan al Psicólogo o tienen una visión de él bastante acertada, pensando que una recuperación ha de depender mucho de sí mismos. Con éstos da gusto trabajar, bien en el trabajo cognitivo, como en la motivación y seguimiento conductuales, u otros muchos procesos que se producen a lo largo del tratamiento. No se corresponden con el gusto y moda imperantes, pero serán quienes más provecho sacarán de la intervención terapéutica. Entre éstos yo he tratado a bastantes que han llegado destrozados a farmacoporrazo limpio y frustrados del tratamiento que hasta entonces habían seguido: el psiquiátrico. Y en serio, habrían de ver en ellos el resultado final. Para que los médicos después digan que su cura ha sido sectaria. Bien, que sigan en su linea gremialista y carente de toda autocrítica.

El mundo según el Diantre Malaquías

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