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26 julio 2024

(₸X) La razón frente a la angustia


Hay en nuestra sociedad ciertos sectores y hábitats concretos especialmente propensos a estados de angustia. En términos ya tópicos pero quizá más inteligibles, diría que se trata de una especie de “angustia vital” o “angustia existencial”, aunque por razones concretas derivadas de una cruda realidad. Me refiero a la juventud y al tropel de parados (muchos millones ya) que, siendo colectivos diferentes, comparten demasiadas veces las mismas inquietudes. La relevancia sanitaria de este problema queda patente en informes difundidos con profusión por los más diversos medios de comunicación. También se habrá de hacer referencia a ciertas periferias, subdotadas por coyunturas y circunstancias siempre irracionales, al tiempo que colonizadas mayoritariamente por aquéllos (jóvenes y parados, recuerden), como no podía ser de otra forma. Por tanto, en los ámbitos donde se combinen estos preocupantes factores intervinientes, no es difícil suponer entre la población graves situaciones de zozobra e inestabilidad psíquica. Incluso entre personas que, sin estar directamente afectadas por la inestabilidad o precariedad laboral, sufren las consecuencias de un medio inseguro, con discutibles sistemas de valores, culturalmente desmotivado y, en fin, muy limitado en formación y competencias.

Centrando más el problema, si se entiende la angustia como un estado continuado de ansiedad sin razón aparente, o por causas desproporcionadas al efecto que producen, el primer paso para su prevención y/o solución sería la racionalización y asunción de los factores que la fomentan. Un segundo paso trataría de controlar aquellos aspectos del universo próximo del sujeto que la favorecen o agravan. Respecto al primer punto debe entenderse por racionalización el proceso a través del cual se analizan y se da su justa dimensión a los problemas, tratando que éstos no perturben ni desborden el entendimiento. En este caso sería de aplicación el modelo de psicoterapia denominado “cognitivo-conductual”, en su expresión concreta conocida por la “intención paradójica”, utilizada como técnica, pero también como estrategia terapéutica. Viene todo esto a significar que el miedo a los fantasmas no lo superarás si ante ellos sales corriendo; antes bien lo superarás haciéndoles frente, plantándoles cara y tirándoles de la sábana; o, de forma más comprensible, siguiendo el modismo castellano de “si no querías sopa, pues toma dos tazas”

Respecto a los factores que fomentan y/o acrecientan la angustia el más recurrente es el de hacer de los pensamientos intrusivos temas tabú, lo que sucede al tratar de forzar el alejamiento y olvido de dichos pensamientos, con lo que se están convirtiendo en todavía más intrusivos y parásitos. 
Por otra parte es lógico pensar que la angustia se producirá con mayor frecuencia e intensidad, cuando las propias incapacidades personales no permitan afrontar las dificultades con inteligencia práctica. Es decir, cuanto menor sea el nivel de cultivo mental (tampoco hace falta que todos sean doctores, que también los hay muy listos con estudios primarios), mayor será la propensión a que los estados de angustia desemboquen en perturbadoras consecuencias. Pero no siempre es así, pues puede haber personas inteligentes y formadas invadidas por este tipo de pensamientos, y no es precisamente porque carezcan de competencias, sino que en cualquier caso están haciendo un uso muy inadecuado de las mismas. Sin embargo, sí parece claro que en el cultivo personal y el desarrollo intelectual (que pasa por creer en la psicología y los psicólogos) se encontrarán los adecuados instrumentos para prevenir y/o tratar la angustia hasta su extinción.

En cuanto al problema del paro, se deduce fácil que el objetivo casi único de la mayoría de desocupados es, con toda su crudeza, la supervivencia pura y dura en este mercantilizado mundo y, dadas las condiciones del mercado laboral, una de las pocas vías posibles que aún quedan para supervivir es la “alternativa personal”. Conviene señalar, no obstante, que para afrontar con alguna perspectiva de éxito la “alternativa personal” son necesarias unas dotes adquiridas sobre todo a través de un proceso intencionado de formación permanente, las cuales podrían concretarse en expresiones como lucidez mental, capacidad de iniciativa, sentido de la organización, seguridad en las propias posibilidades, otras y muchas ganas. Y si la experiencia directa obtenida a partir de manipulaciones y probaturas juega también un importante papel formativo, es el estudio dirigido o autodidacta el que, sin duda, más capacita. La importancia del estudio no radica exclusivamente en el cultivo del espíritu, sino también en la posibilidad de titulaciones complementarias que enriquezcan el currículum personal. 

Antes se hacía referencia a la supervivencia y éste es un concepto que conviene precisar. Por sobrevivir debe entenderse la utilización de un medio de vida para cubrir, al menos, las necesidades elementales (cada cual sabrá las suyas), dentro -claro está- de unas normas éticas de civilidad. Sin embargo, es difícil que la civilidad y la agudeza mental imperen en ámbitos donde la pobreza de estímulos ambientales de tipo educativo e incluso el más absoluto desprecio por la cultura cercenan toda potencialidad individual que facilitaría la “alternativa personal”. Así surgen las alternativas marginales, en algún caso con graves problemas para la convivencia. Se podrá alegar que el concepto de “alternativa personal” es vago e inconcreto. Pues no, es concluyente por cuanto, o se construye una “alternativa personal” o se enfanga uno, se enreda y ahoga en las reticuladas raíces de obsesiones y otros estériles pensamientos intrusos que angustian hasta la asfixia a los humanos cuando a una situación no se le encuentra salida. 

Sobre la angustia en función del universo próximo, cabría preguntarse si un medio insensibilizado y aculturado no favorece hasta extremos preocupantes la “angustia existencial”. Un medio donde campa el desarraigo, tanto el de quienes no hacen ni el más mínimo esfuerzo por una respetuosa y justa integración, como el de aquéllos que con actitudes pazguatas hasta el ridículo practican una integración “militante”, procurando de este modo enterrar su pasado y raíces de las que se avergüenzan; un medio así no es un medio equilibrado. Un medio donde se ultraja a los marginados, olvidando que son producto de una sociedad a la que los ultrajantes han contribuido de forma muy principal a sustentar y alimentar, a veces con mala fe, en no pocas otras desde el sectarismo político y las más de las veces con ignorancia e incompetencia manifiestas del común de la ciudadanía, de las que el sectarismo político saca provecho, por supuesto. O aquel otro medio que ofrece a los resentidos la posibilidad de aferrarse a radicalismos varios (“partidarios” que pegarían e incluso matarían o morirían “por la paz”), no es un medio equilibrado que favorezca el equilibrio psicológico y por tal la superación de la angustia, cuando menos la vital. Un medio donde se dan casos de anteponer los tragaperras a la excursión colegial de sus hijos, o donde las bibliotecas son adornos y componentes del mobiliario urbano -más que otra cosa- es un medio desquiciante y génesis de todo tipo de trastornos psicopatológicos. Son demasiado frecuentes las anécdotas como la del padre que vocifera a su hijo sobre lo estúpido del macramé como trabajo manual del colegio, o el de la madre con sensibilidad de esparto que “esputa” a su hijo lo inservibles que son sus manualidades. Son ejemplos donde la propia frustración personal investida de ignorancia integral frustra y limita las posibilidades de expansión de su pequeño. 

Entiéndase bien. No pretendo insinuar como única alternativa en estos ámbitos la droga y/o el paro, pero se habrá de convenir que el elevado número de necios ya existente, aquéllos de los que se dice “la ignorancia es atrevida” seguirá existiendo e incluso procrearán nuevos engendros (ya se sabe que los hijos vienen sin manual de instrucciones). Sin embargo, las personas conscientes de sus limitaciones, con buena voluntad, aquéllos que humildemente aceptan lo poco o mucho que saben y que, sobre todo, siempre quieren aprender cosas nuevas; aquéllos -digo- no tendrán graves dificultades para racionalizar sus preocupaciones y acabarán por sobreponerse a su particular calamidad.

Hasta aquí se ha dado un enfoque preventivo al problema. Y en el caso de los hechos consumados, cuando la angustia nos supera, ¿qué hacer?. Las angustias concretas cada uno deberá tener alguien con quien compartirlas. Probablemente un buen amigo y una familia acogedora alrededor son, al menos, tan importante como un buen psicólogo. En última instancia, los recursos técnicos del especialista sobre los que ya se adelantó algo en párrafos anteriores siempre pueden aliviar y hasta suprimir el daño. 

Fin
El mundo según el Diantre Malaquías

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