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18 mayo 2024

(₸X) PRIMICIAS: Cultura e ideologías (P)



Sin duda no todos entenderán la auténtica dimensión del término cultura, pero por respeto al lector formado no entraré a conceptualizarlo. Sí ha de señalarse que es menos culto quien más verdades absolutas cree poseer. Y no se equivoque el lector juzgándome humilde. Por entera afición y medio de oficio, el que esto escribe de vez en cuando piensa, y de tanto ejercitar la abstracción supone estar investido de alguna que no ha de callar. Aclárese, no obstante, que aún puede aprender de las gentes ponderadas de cualquier clase, credo o nivel formativo. De las ponderadas, sí, pues los “machaca” (o acríticos siervos de la ideología) en todos los grupos son iguales y nada nuevo pueden enseñar. Así de absoluto. 

Al hilo de lo anterior, el verdadero necio va a equivocar el etiquetado y los atributos, tan sólo por considerar el medio y/o autor progresista o retrógrado. Comentará impávido que tal o cual opción política es votada por personas sin sentido de clase, cuando de haberlo tenido, los ciudadanos de este país en más de una cita no habrían ni pisado los colegios electorales. Calificará de intolerable y fascista el aserto que seguimos bajo la dictadura de los tontos, como si los que ahora los mantienen en el poder (a unos y otros) no fueran casi los mismos que hacían arrasar al régimen anterior en sus consultas (?????) de mentirijillas. Dirá apoyar a la única alternativa progresista, cuando lo genuinamente progresista hoy es derrocarlos y correrlos a gorrazos (a unos y otros, por más que uno no crea en las equidistancias), sobre todo para ver si una cura de poder les hace enrojecer, que al fin y al cabo para algunos es lo suyo. Juzgará las personas por sus “proyectos” (que les suene rimbombante, y más si tienen que ver con “lo social”), y no por su equilibrio interior o coherencia personal, lo cual es tan cateto como el peor de los tópicos al uso muy propios de los simples de mente. Y si ha de hablarse de coherencia, éste no es rasgo que cuadre a las ideologías en boga o “guais”, por cuanto han dejado a su izquierda actitudes que con acritud mitinera denunciaban en la recalcitrante derecha de yates, amantes, lujo, etc. Y es que la buena vida se contagia. Eso sí, los tiempos son otros y disponen de la cuantitativa (que no cualitativa) excusa de los votos. Pero sepan algo que he aprendido: dictadura por dictadura, prefiero la del menos hambriento de poder… y de hambre. “No sirvas a quien sirvió ni pidas a quien pidió”, dice un viejo aforismo. 

En definitiva, es a esa panda de farsantes pseudoprogresistas y mal llamados “de izquierdas” (les pegaría mejor los de “la siniestra”) a los únicos que en estos momentos cabe temer. Entre otras insensateces han demostrado aferrarse a las prebendas del mando, incluso con más fuerza y rapiña que aquéllos por ellos tantas veces -y por lo mismo- denostados. A veces uno ha llegado a suponer que las diferencias entre unos y otros estriban, de forma casi exclusiva, en la cantidad de amiguetes (más advenedizos e ineptos, cuanto más escorados hacia las esferas de quienes menos han gobernado) a colocar por ministerios y ayuntamientos. Y para corroborar estos datos siempre podrá recurrirse a las diferentes leyes de la función pública que se han ido elaborando. En realidad uno piensa que, salvo en el hecho de poder elegir a los más variopintos representantes, en lo demás los privilegios que no hace mucho algunos denunciaban en la derecha “rancia”, tan sólo han cambiado a otras manos, cuando menos tan rapaces.

Todo cuanto aquí se ha expuesto, a ojos del intelectual de copete, con arrogancia y papada nuevas, y feroz defensor de lo establecido le parecerá marginal. Pero ya se sabe a lo que llaman marginal. Su halo de lucidez con pajarita ya no adormece conciencias. Ya ni siquiera parecen más cibernéticos, informáticos, tecnólogos punta, etc. ¿Y de su realismo?. Tan realistas son que varían las hipótesis, básicamente, en función de personales criterios de incombustibilidad política. ¿Cómo puede darse pábulo de intelectualidad a alguien cuya fundamental misión es conservar la influencia, aun por encima de una gestión hipócrita que ni legitiman los votos, ni debe dejar al pensador impertérrito en su puesto?. Estoy convencido que la cultura que llaman “progresista” no es sino la excusa perfecta para el mantenimiento de un estatus (tan rancio como el de esa derecha a la que demonizan) en aquéllos a quienes tanto les costó alcanzarlo. Para un sabio, mejor es estar anclado en cualquier tiempo, antes que en el presente, salvo –claro está– si es por hacer el paripé y vivir de la comedia a la que nos tienen acostumbrados ciertos cultos e ideólogos de actualidad. Ay, si Quevedo levantara la cabeza.

Para finalizar les “fusilo” un sugerente párrafo de Bertrand Russell (afamado Filósofo de la Ciencia, también conocido por su fundamentada inquina a la clase política) que en opinión de quien esto escribe define muy bien la catadura (que suena a caradura) del político y el sesgo manipulador inherente a la ideología. Dice: “Si los hombres son suficientemente irracionales, se les puede inducir a que sirvan a tus intereses bajo la impresión de que están sirviendo a los suyos propios. Este caso es muy corriente en política. La mayoría de los líderes políticos adquieren su posición al lograr que gran número de personas crean que esos líderes se mueven por motivos altruistas. Es bien sabido que esta creencia se acepta con más facilidad bajo influencia de la excitación. Las bandas, la oratoria de multitudes, el linchamiento y la guerra son etapas en el desarrollo de la excitación. Supongo que los que defienden la irracionalidad creen que hay una mayor oportunidad de engañar al pueblo provechosamente si lo mantienen en efervescencia. Quizá sea mi aversión por este tipo de procesos lo que hace que la gente diga que soy excesivamente racional”. De la obra “Sociedad humana: ética y política”. Ediciones Cátedra, S.A. Madrid, 1984.

El Diantre Malaquías, pseudónimo

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